¿Estamos listos para el ébola?
Dicen que no hay dos sin tres. En la “escalada” del Ebola si algo faltaba a la toma de liderazgo global por Estados Unidos y la declaración de “Amenaza para la seguridad mundial” del Presidente Obama sobe Ebola, era la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esto ocurrió solo unos días después con el objetivo de alertar al mundo – y evitar – sobre lo inevitable. Que la enfermedad se expandiera fuera de África.
Al día de hoy hay enfermos, fuera de África, en Noruega, Alemania, España, Estados Unidos, y casos sospechosos en otros varios países más, poniendo de manifiesto que los microorganismos no respetan límites y suelen tener velocidades mas aceleradas que las de la respuesta internacional. El mismo Jim Kim, presidente del Banco Mundial, reconoció en un hecho bastante poco usual que el eco internacional fue muy por debajo de lo esperado.
En este marco que impone el escenario mundial, hay dos situaciones para observar con detenimiento. Uno es la gestión de la crisis en EEUU y el otro por contraste, España. Ambas ofrecen una serie de elementos, que en salud pública, todo buen gestor no debería pasar por alto. Especialmente cuando el riesgo nulo, en el caso del Ebola, es casi inexistente.
Estados Unidos creó su estrategia de salud global en base a la seguridad. Nada que afecte los intereses nacionales norteamericanos es viable sin que medie la palabra “seguridad”. Ante esto el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, asumió el liderazgo – global – de la situación de la mano de Thomas Frieden quien se convirtió desde ese momento en el único interlocutor válido sobre el tema. La estrategia se fortaleció con una comunicación fluida, diaria y transparente, acompañada del apoyo total del Presidente Obama.
España, en cambio, se debate en una complicada situación de gestión política interna y amplia resonancia internacional. El contagio de una enfermera, una larga cadena de errores y deficiencias en la gestión, normas que se improvisaron sobre la marcha y por sobre todas las cosas, el hecho que nadie tomó en serio la posibilidad de un contagio interno hacen de este caso una situación de la que se hablará por mucho, mucho tiempo, cuando aún el costo político en la forma de dimisiones brilla por ausencia. No se debe olvidar que la infección en un trabajador de la salud es por una falla en el protocolo hasta que se demuestre lo contrario.
De estos dos escenarios se desprenden, cuanto menos, una serie de lecciones que en tiempos actuales deberían alertar al buen gobernante.
La gestión de la comunicación en tiempo de riesgo y crisis es vital. Es toda un área de trabajo con pleno soporte empírico que requiere de legitimización política. Esto ocurrió en EEUU y estuvo ausente en España. Al contrario de lo ocurrido en Madrid, los Estados Unidos se encargaron de enviar al propio Tom Frieden a Sierra Leona a finales de septiembre pasado para ver en persona cual era la situación. Una visión global que contrastó con la desidia de la visión doméstica y asilvestrada con la que se manejó el gobierno español donde la Ministra fue actor secundario de mal gusto y donde la prepotencia de un consejero pueblerino buscó victimizar a quien debería proteger.
En tiempos de salud global el impacto de estas crisis trasciende lo sanitario para repercutir en el desarrollo de un país. No solo porque la gente enferma o una población en pánico no trabaja y produce, sino porque como ocurrió en México con el brote de H1N1 en 2009, una ciudad o parte del territorio se paraliza. Según el Banco Mundial para Liberia, uno de los tres países donde se originó la epidemia, el impacto representará entre el 6 al 12% de su PBI. En el caso de Sierra Leona sería de entre el 3 al 8% del PBI.
Mirando al sur
En tiempos donde el avión es al mundo lo que el metro o subterráneo a una ciudad, pensar que los virus no saldrán de África es de ignorantes y miopes. La realidad ya lo ha demostrado. Para el caso, en Argentina hay dos antecedentes cercanos que deberían indicar mayor sensibilidad ante estos escenarios. Uno de ellos, la epidemia de dengue en 2009, es un caso particularmente notable. Ya a finales de la década del 90’ se sabía de la circulación de tres distintos virus del dengue en las fronteras norte. Nada se hizo y casi 10 años más tarde ocurrió la epidemia que todos conocemos con seis fallecidos y cerca de 26.000 afectados (según cifras oficiales). El otro es el H1N1.
Al día de hoy ya poco se sabe sobre la certeza de si el ciudadano de Guinea que resultó sospechoso de Ebola y que diera negativo en Brasil pasó por Argentina. Sobre los preparativos ante el Ebola, la información en medios de prensa no reconoce un único vocero, lo hay del Gobierno, de hospitales y clínicas privadas. No se dieron a conocer protocolos más allá de la mención “camillas especiales” y médicos especializados para transportar al enfermo, tres hospitales de referencia a nivel Nacional y otros tantos en el nivel provincial.
Todo parece indicar que en tiempos donde las estadísticas no muestran la realidad y donde los insumos importados son un lujo, la gestión de una posible crisis siga en esa línea.
La evolución de la epidemia de Ebola muestra que su ciclo y tasa de diseminación son muy rápidos. Para el futuro quedará el análisis de las incumbencias éticas de probar medicamentos en fase experimental como está ocurriendo, la sensibilidad de un tema como la “securitizacion” de la salud como política exterior, la falta de liderazgo de una institucional multilateral y seguramente otros aspectos más. Por ahora solo esperemos que el caso de EEUU y de España sean dos lecciones a considerar sobre un desafío global que puede convertirse en un gran problema nacional llamado Ebola.
Publicado en Bastion Digital, 16 de Octubre de 2014 – http://ar.bastiondigital.com/notas/estamos-listos-para-el-ebola
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