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Lecciones desatendidas – Infobae

La ilusión visual que percibe un observador y que le ayuda a determinar la profundidad y situación de los objetos a distintas distancias se denomina perspectiva. Por analogía, también se llama perspectiva al conjunto de circunstancias que rodean al observador, y que influyen en su percepción o en su juicio. Esto en salud pública es fundamental.

En diciembre pasado hubo dos elementos que no deberían haber pasado por alto para el buen analista y decisor en salud: la primera fue la inundación que afecto Brasil, Paraguay, Uruguay y nuestro país, con cerca de 160.000 evacuados; la segunda fue que para esa misma fecha Brasil, publico en su boletín epidemiológico que 2015 finalizaría con más de un millón y medio de afectados por dengue (850 fallecidos) y 17.000 casos notificados de Chikungunia. Además, ya en abril de ese año notificaba la circulación del virus Zika. Todos estos virus tienen algo en común: son transmitidos por un mismo vector, el mosquito Aedes.

Bill Gates, una persona con visión (y perspectiva), publico el 25 de abril de 2014 en su blog que el mosquito era el mayor causante de muertes en el mundo, principalmente por malaria; pero que además, por impacto real y potencial requería de la mayor atención. En los últimos tiempos y de la mano del cambio climático y los medios de transporte, el mosquito ha desarrollado nuevas habilidades: se ha hecho más viajero y explorador llegando a latitudes donde antes era desconocido, y se ha hecho andinista llegando a alturas donde tampoco se lo conocía. Su consecuencia es haberse convertido en un vecino más de la mayor parte de nuestra región.

La conducta durante el ciclo vital del mosquito nos muestra que sus mayores tasas de reproducción guardan correlación con la época de mayores precipitaciones, lo que en el norte de nuestro país se corresponde con los meses de octubre a diciembre. Por si fuera poco, este vector tiene hábitos urbanos y en Argentina la gran mayoría de la población vive en ciudades, lugares donde el mosquito encuentra condiciones favorables para su desarrollo. Así es como desde el punto de vista temporal el riesgo seria máximo en los meses de enero, febrero y marzo. Aunado a ello, los meses de mayor infestación coinciden con la época de vacaciones en el país, por lo que los turistas al regresar con el virus en su sangre incrementan la posibilidad de brotes epidémicos. En el año 2009 nuestro país sufrió la primer epidemia de dengue a gran escala, que se saldó al mes de junio de ese año, con más de 26.000 infectados y seis fallecidos oficiales según datos del Ministerio de Salud de la Nación.

Dos lecciones para ver en perspectiva.

A posterior de la crisis económica y financiera de 2001 que tuvo importantes implicancias en las condiciones de salud de los argentinos, un informe del Banco Mundial en ese momento señalaba “el deterioro de las condiciones socioeconómicas de la población permite anticipar que, de no haber intervenciones oportunas, el país experimentara también un aumento de enfermedades estacionales”. La ecuación era clara: peores condiciones de vida reflejan peores resultados en salud, y hoy casi 15 años después Argentina presenta una sociedad con un empobrecimiento de sus condiciones de vida nos guste o no.

En la epidemia pasada de dengue en 2009, se mezclaron tiempos electorales a una emergencia sanitaria. Dos situaciones donde “tiempos”, “indicadores” y “prioridades” no van a misma velocidad. Salud y política tienen diferente sustento técnico y si hay puntos en común pocas veces se integran. Dicho en otros términos, existen problemas de convivencia muy serios, y la actual epidemia se está dando en momentos de una transición política compleja.

En la integración de evidencia y conocimiento para la gestión y decisión, la comunicación es un factor decisivo pero no suficiente. La información y la percepción de riesgo constituyen un sistema continuo dentro de un proceso que tiende a modelar prácticas, hábitos y conductas. En este caso en promoción de la salud y prevención de la enfermedad. A la luz de esta nueva epidemia de dengue, lo ocurrido en 2009 constituye una lección desatendida hasta que se demuestre lo contrario.

El tratamiento médico de la enfermedad del dengue es una práctica básica de cualquier sistema sanitario. Esto significa que su nivel de atención por excelencia es el primer nivel, la atención primaria, el médico de familia o general. La progresión de la enfermedad se ha hecho imposible de controlar, por lo que volver a los programas de erradicación es una utopía. Es por ello que los esfuerzos deberían estar orientados a ese nivel sanitario y a la capacitación y fortalecimiento de la comunidad.  Algo muy alejado de los grandes desarrollos tecnológicos o alta complejidad y que confirma que lo simple no siempre es fácil.

Hasta hace muy poco la salud publica solía ver a través de la lente de los factores de riesgo. Actualmente tiende a hacerlo a través de los determinantes sociales de la salud. Esto no es un detalle nimio, hace al cambio de prioridades y de perspectiva; la misma que nos permita prepararnos para un futuro donde en el horizonte planea el mosquito Aedes con el virus de Zika y Chikungunia. Un horizonte tan lejano como Brasil.

Infobae – http://www.infobae.com/2016/01/28/1786099-lecciones-desatendidas

 El autor es médico de familia (UBA) y Doctor en Medicina por la Universidad de Salamanca (España). Autor de «De vuelta. Diálogos con quienes vivieron mucho (y lo cuentan bien)» (Aguilar, 2015). En Twitter: @Diego__MD